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lunes, 10 de junio de 2013

Veronica

La mujer de pelo rubio
Esta chica es muy bella, se llama Verónica, tiene sobre unos cuarenta años aproximadamente, pero no los aparenta porque se cuida bastante. Tiene el pelo rubio, semilargo y siempre le gusta llevarlo suelto. Su cara es alargada, tiene la tez lisa y suave como el culete de un bebé. Su nariz es recta y fina y tiene unos grandes labios carnosos que hacen que se marquen más los pómulos. Tiene unas finas cejas que siempre lleva bien depiladas. Su frente es ancha y despejada, porque no le gusta tener el pelo en la cara.
Su constitución es delgada, porque suele cuidarse mucho y mantener una dieta equilibrada.
Su carácter es bastante serio, sobre todo en su trabajo, le cuesta aceptar bromas.
Le encanta el deporte y encontrarse en forma, sobre todo jugar al pádel con su pareja los fines de semana.
Verónica trabaja en una oficina de cara al público, por eso debe tener buena apariencia, y viste siempre de manera clásica y elegante. Es muy competitiva en su trabajo y siempre da lo mejor de sí misma. Le gusta hacerse respetar y respetar a los que les rodean.
Esta chica lo tiene todo (buena comida, buen deporte, buen trabajo, buen gusto y es bonita), pero le falta lo mejor: “SABER SONREÍR”.


Pepito y su mujer mala



Pepito y su mujer mala

Pepito era un anciano casado con una mujer llamada Asunción, al que le gustaba mucho pasear. Sus zapatillas, su camisa y sus pantalones era muy viejas. La puerta de su casa siempre estaba abierta, porque Pepito tenía mucha confianza en las personas y en su bondad. Su mujer compartía su opinión. Pepito tenía dos hijos, uno llamado Johnny y otro José Antonio, con los que iba mucho al hospital, porque, desgraciadamente, su mujer tenía un problema en la cabeza. Un día Pepito venía de hacer la compra y se encontró la puerta de su casa cerrada. Era de día, así que era muy raro que estuviese cerrada, porque solo la cerraban por las noches. Además, observó que la puerta estaba ligeramente magullada. Esto, junto con otra serie de indicios, hicieron a Pepito temerse lo peor; pensó:
 “Puede que haya entrado algún secuestrador y haya cogido a Asunción, o lo que es peor, tal vez hayan secuestrado a Johnny y José Antonio y ahora están en malas condiciones.”
 Pepito se mareó y se tuvo que sentar en el tranco de la vecina. Estaba bastante asustado, así que antes de abrir la puerta y comprobar si era verdad lo que había pensado o no, se levantó y fue a la comisaría. Les explicó su terror a los policías y estos se pusieron en marcha hacia su casa. Un par de agentes de policía estaban rodeando su casa, derribaron la puerta y entraron muy despacio. Se oían ruidos en la cocina; los policías se aproximaron y al entrar... ¡se encontraron a su mujer haciendo la comida y a sus dos hijos viendo el televisor! ¡Todo había sido un susto! Su mujer y sus hijos también se llevaron un susto. Pepito entró rápidamente en la casa, los abrazó a los tres y dijo:
- Menos mal que todo ha quedado en un susto.
Tanto su mujer como sus dos hijos quedaron sorprendidos por la situación. Tras la explicación de Pepito, Asunción confesó que lo más probable es que alguien había cerrado la puerta. Pepito se quedó más tranquilo y le dio las gracias a la policía su colaboración.

Con la escoba



Esto era una bruja que se llamaba Piruja, a ella le gustaba mucho cocinar y barrer su puerta con su escoba mágica. Ella era muy buena con la gente que la rodeaba, y todas las personas la adoran.

Un día al terminar de cocinar su potaje preferido fue a barrer la puerta y… ¡Cataplás!, se partió su escoba preferida para barrer. Se cabreó mucho, porque era una escoba muy valiosa, que se la había regalado su madre cuando hizo su comunión. Ese mismo día, todo el mundo estaba disgustado con ella, porque la bruja se portaba muy mal con todos sus amigos. Un día, todos sus amigos decidieron hacer una reunión para hablar sobre el mal humor de la bruja. Después de un largo debate, se dieron cuenta que todo era debido a la pérdida de la apreciada escoba, porque desde entonces había perdido su buen humor. Decidieron ir a una tienda de escobas para brujas, y le compraron la mejor escoba del mundo o, por lo menos, con todo el cariño del mundo. Se la regalaron y la bruja se puso muy contenta al ver que sus amigos le habían comprado otra escoba mágica. La bruja se disculpó y nunca más intentó que las cosas materiales le afectaran al carácter con las personas que la rodeaban.

Esta historia creo que es un poco tonta, porque en realidad no nos cuenta gran cosa, simplemente que el tendero y el aprendiz eran unas humildes personas. Pero la verdad, es que no me ha gustado mucho esta historia.

Las dos hermanas



Las dos hermanas

En medio del bosque se encuentran dos preciosas hermanas, llamadas Athenea y Beatriz. La mayor tiene los pelos largos y rubios, con un lazo blanco, y viste con un bonito vestido gris y camisa blanca. La pequeña tiene pelo corto y rubio, con un lazo en la cabeza, y viste de marrón y rojo; lleva un caballito de juguete atado con una cuerda que es su juguete favorito, y la mayor va con un gato gris y negro que es su pequeña mascota. Al fondo, entre las hojas caídas del otoño, se ve su casa y muchos árboles a su alrededor. Athenea y Beatriz eran muy felices por vivir en el bosque, les encantaba salir a jugar con sus pequeñas mascotas alrededor de su casa, aprovechando los últimos rayos otoñales del sol. Athenea y Beatriz eran dos niñas del siglo pasado, sus padres eran agricultores y también se dedicaban a la cría de ganado, por eso no tenían la necesidad de vivir en el pueblo, porque todo lo que necesitaban lo encontraban a su alrededor. Tenían huevos, leche, carne, hacían pan..., y los días más especiales, su madre hacía ricos dulces y bizcochos. Al estar las dos hermanas solas, en el bosque, sin ninguna amiga cerca, ellas estaban muy unidas, y todas las tardes, después de ayudar a su madre a limpiar los establos, salían a dar largos paseos alrededor de su casa, y nunca olvidaban sus pequeñas mascotas, pues pensaban que las protegerían de todos los peligros. La verdad es que sería un privilegio poder vivir en tan bonito paisaje natural, rodeado de las hojas caídas del otoño y sentirse tan felices como ellas.

De poetas y aviadores



Conclusión Final

Esta historia es muy triste, pero a mí me ha gustado, porque dos personas que no se conocen de nada hablan como si se conociesen de toda la vida. Ivo lo hizo muy bien al traducir sus propios versos al inglés para que los entendiera el aviador, y se cayera tranquilo al mar.

Juan sin miedo





Juan sin miedo

Juan era un niño muy asustadizo, se asustaba de casi todo, de la oscuridad, focos de luz, del bosque, de ruidos en las habitaciones. Le daba miedo ir al colegio.

Paso el tiempo y a Juan le llego la hora de ir solo al colegio, pero para él no era nada fácil, porque su miedo seguía ahí, le daba susto hasta los ruidos que hacían los pájaros en las copas de los árboles. Juan estaba muy nervioso, porque en el camino de la escuela tenía que atravesar un frondoso bosque y solo le quedaba un fin de semana para tener que volver a la escuela sin ningún acompañante.

Su padre que era un hombre muy sabio lo estuvo observando todo el día y vio que Juan estaba muy nervioso y pensativo en su cuarto sin querer salir, y entonces decidió a la hora de la cena que hablaría con él.

Juan pensaba contárselo a su padre, pero le daba vergüenza, ya que era bastante mayor para darle miedo ir al colegio solo, y sus amigos llevaban más de un año yendo solos.

Su padre al final lo descubrió y Juan lo confirmó todo, por eso el padre decidió hacer el mismo recorrido durante todo el fin de semana y descubrir de dónde procedían los ruidos que aterraban tanto a Juan.

Se subieron en la copa de un árbol y descubrieron cómo los pequeños pajarillos hacían sus nidos con pequeñas ramitas que caían de vez en cuando al suelo y Juan le daban tanto susto, así explorando los pequeños detalles que le asustaban tanto a Juan, Juan se dio cuenta de que eran los ruidos de la naturaleza y que no tenía por qué tener miedo, porque su camino al colegio iba a estar acompañado de pequeños animales que corrían de un lado a otro por el bosque.






CONCLUSIÓN FINAL

Esta lectura nos enseña que no debemos reírnos de los miedos de los demás, porque todo el mundo tenemos miedos, aunque sean unos distintos de los otros.





La contaminación del mar

La contaminación del mar
Había una vez un pez y un caracol que vivían en un bonito apartamento al lado de la costa,  ellos viven como mascotas con su dueño, que les daba una vida tranquila. Siempre hablaba con su amigo el caracol sobre ver el mar azul y sus peces de colores. Su dueño siempre colocaba la pecera en el balcón para que le diera el sol. Al caracol le gustaba pasearse por el cristal de la pecera, porque gracias a su suavidad, le costaba menos trabajo desplazarse. Un día, mientras su dueño limpiaba la pecera, se tiraron los dos por el váter y llegaron al mar, pero se llevaron una gran decepción cuando por fin llegaron al sitio deseado. Los peces estaban tristes, todo parecía más oscuro de lo que recordaban. El caracol y el pez decidieron seguir investigando, no sabían el porqué de aquel cambio tan brusco, lo que ellos recordaban como mar, ahora lo encontraban como un gran estercolero. El pez y el caracol, después de haber visto la tristeza que había en el mar,  añoraban su fantástica y limpia pecera y deseaban volver a ella lo antes posible. La pena que les daba era que todo había sido culpa de los humanos, porque sólo pensaban en ellos, en divertirse, en ensuciar, pero no pensaban en las consecuencias que aquello estaba creando en sus mares. Los arrecifes se estaban perdiendo, algunas especies se estaban muriendo y las pocas que quedaban se encontraban tristes y desoladas. Era una pena lo que había pasado con el fondo del mar, y lo peor de todo es que nadie podía pararlo, nadie más que quien lo había empezado. ¿Pero hasta cuándo duraría esto? ¿No se darían nunca cuenta del daño que causaban? Por eso, todos debemos respetar lo que vemos y lo que no vemos, porque podemos hacer mucho daño; y es muy triste lo que les pasó al pez y al caracol, que se encontraban más felices en su pecera de cristal que libres en el mar.